LOS FRUTOS ADMIRABLES (LA TIERRA BALDÍA), por José Luis Puerto
Hay años admirables, en los que aparecen esos frutos que hacen avanzar a la humanidad, a nuestra especie. Son como dones que se nos ofrecen a todos, para que avancemos, para que nos humanicemos, para que seamos mejores.
Es lo que ocurriría en 1922, año en el que aparecen dos grandes obras literarias, que renovarían profundamente cada uno de los géneros a los que se adscriben: Ulises, del irlandés James Joyce y La tierra baldía del norteamericano que se volvería inglés T. S. Eliot.
Celebramos, en el año en curso, ya a punto de expirar, el centenario de ambas obras; ambas escritas en inglés. Y, aquí, hemos de reconocer que la literatura contemporánea en esa lengua nos ha dado muy hermosos frutos.
La edición príncipe de La tierra baldía (The Waste Land) aparecería en Nueva York, por el editor Horace Liveright, en la editorial Boni and Liveright, en 1922. Y, en el Reino Unido, por vez primera, en el número inaugural, de octubre de 1922, de la revista The Criterion que el propio Eliot editara en Inglaterra hasta 1939.
Pero estas son notas para bibliófilos y amantes de los libros. No olvidemos que el libro como objeto de estudio ha creado la especialidad universitaria de biblioteconomía. ¿Por qué? Porque es un objeto cultural, una verdadera adquisición humana, que, de momento, no está pudiendo quitar de en medio ni mucho menos hacer desaparecer ese vendaval digital que se está llevando tantas cosas.
Poema dividido en cinco partes, La tierra baldía comienza con ese hermoso y certero verso de “Abril es el mes más cruel…”, que a nosotros nos lleva a algunos hermosos cuentos de José Jiménez Lozano, sobre la crueldad del mes de abril precisamente.
La tierra baldía es un poema libre de anécdotas y de cualquier sucesión temporal de hechos. Expresa ciertos estados mentales. Si Juan de Yepes hablaba de la noche oscura del alma, acaso estemos aquí en la noche oscura de la mente; en tal noche, todos los valores están confundidos. Como si estuviéramos ante una prolongación de una de las grandes elegías de Hölderlin, “Vino y pan”, en la que el poeta romántico alemán indica que hemos llegado tarde al mundo, cuando los dioses se han marchado, de ahí que nos toque existir en esa noche; pero de ahí también que nuestro gran destino no sea otro que el itinerario hacia la luz, que la búsqueda de ella.
Pero, ¿cuál es el núcleo del contenido, del mensaje de La tierra baldía? En esa búsqueda de la luz de que hablamos, los dolores de que habla el poeta no son los de la muerte, sino los del re-nacimiento. Como indica J. M. Cohen, “El re-nacimiento del recuerdo es el tema principal del poema.”
Desde 1922, La tierra baldía ha realizado un hermoso y beneficioso recorrido para todos. Es una de las obras que ha renovado la poesía contemporánea y que más ha influido en ella; al tiempo que su dicción, su ritmo, su música, sus mensajes… nos han influido a quienes sentimos que la poesía es una creación humana que nos humaniza y nos hace mejores.
Nosotros, particularmente, accederíamos a la lectura de la obra tras finalizar nuestros años universitarios, cuando Alianza Tres, en 1978, en versión del gran José María Valverde, publicara las Poesías reunidas (1909-1962), del poeta anglo-norteamericano, y, dentro de tal reunión el hermoso poema que este año conmemoramos: La tierra baldía, cuya lectura recomendamos muy vivamente.