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01 diciembre 2022

NUEVA EXPERIENCIA POÉTICA, por Santiago Corchete Gonzalo

NUEVA EXPERIENCIA POÉTICA, por Santiago Corchete Gonzalo

Quienes somos unos ignorantes (¿analfabetos funcionales nos dicen?) en el uso de las llamadas “nuevas tecnologías informáticas”, caminamos por la vida de asombro en asombro ante la progresiva y aceleradamente obligatoria necesidad que la sociedad actual somete a nuestras ya casi derrumbadas neuronas cerebrales. Trataré de explicarme con un ejemplo vivido recientemente. Hace unos quince días aproximadamente, la presidenta de la AEEx (Asociación de Escritores Extremeños) y el director de la ERE (Editora Regional de Extremadura), me informaron que habían propuesto mi nombre a AUPEX (Asociación de Universidades Populares de Extremadura), para pronunciar la conferencia inaugural del curso 2022-23 y que  AUPEX había aceptado sin titubeo alguno. El acto tendría lugar el jueves 24 noviembre, y sería emitido desde el taller donde el escritor perfila “golpe a golpe, verso a verso” su escritura, es decir, mi propio domicilio y en la misma habitación donde también tecleo estas palabras. Asimismo me informaron que debería responder a las preguntas de una entrevistadora llamada Virginia acerca de mi proceso y proyecto creativo, evolución, lectura de algunos poemas…, y todo ello en una hora: desde las 16,30 a las 17,30 del día antes mencionado.

Alto, alto, les respondí; ¿y dónde estará el público oyente?, ¿qué edades y nivel cultural tendrá? Me respondieron al unísono: de eso no te preocupes, hombre, habrá de todo tipo; ya irás viendo sobre la marcha; será sumamente fácil para ti que estás muy placeado. Te aseguramos de antemano que todo saldrá de maravilla. Si acaso, selecciona previamente los poemas objeto de lectura para ganar tiempo…Hala, hala, a disfrutar desde ya el éxito de tu intervención. Y salieron de mi casa sonriendo ante mi rostro absolutamente perplejo y cariacontecido.

El día 23, víspera del acontecimiento, acudió a mi casa un señor bastante joven con un ordenador y un par de auriculares bajo el brazo; me preguntó cuál era el lugar donde escribía habitualmente, y le conduje hasta la mesa donde tengo situado mi portátil; colocó su ordenador encima del mio que se hallaba apagado, desconectó el puerto USB por el que accedo a internet, y enchufó el suyo a la red que salía del rooter; encendió su portátil, maniobró no sé dónde hasta quedar su pantalla dividida en dos mitades. Me dijo: ahora siéntese en su sillón y desplácelo hasta el lugar habitual de trabajo; después maniobró sobre algunos mandos, y hete aquí que de pronto apareció mi imagen en la parte izquierda, de cintura para arriba, como si el ordenador se hubiera transformado en un espejo; me dijo a continuación que, durante la entrevista, saldría la imagen de la entrevistadora en la parte derecha del ordenador y que ambos nos estaríamos viendo durante toda la sesión. Me hizo una prueba de audición, y decidió que era conveniente colocarme los auriculares que traía en un envoltorio aún sin estrenar. Con tales auriculares colocados en ambos oídos mi audición mejoró notablemente, aunque servidor estaba inundado de interrogantes y de estupefacción; mi inquietud aumentó cuando le escuché decir: bien, hemos terminado la prueba de manera excelente; le dejo a usted hasta mañana, porque muy probablemente volveremos a vernos a través de la pantalla en algún que otro momento de la grabación. Y salió de mi casa tras un leve y breve apretón de manos. Quedóme solitario y sin poder recurrir a nadie para lograr alguna explicación más detallada y convincente que despejara siquiera alguna de mis múltiples ignorancias. Pasé aquella noche en vilo y casi en vela, maldiciendo a internet y a quienes lo trajeron a este mundo. ¿Qué pasará mañana?

Llegó el jueves 24 de noviembre y, unos minutos antes de la hora prefijada para la cita con el público, se enciende la pantalla de la que salía una musiquilla agradable que se interrumpió y, una voz conocida, la del instalador del día anterior, preguntó: ¿don Santiago, todo va bien por ahí? Bueno, pues colóquese los auriculares que, en cosa de segundos y tras la música de ambiente, Virginia la entrevistadora hará la introducción del programa y la presentación de usted como único conferenciante en la sesión inaugural del curso 22-23 de AUPEX. A partir de tal momento el acto fue por derroteros normales y previsibles. En los segundos finales la voz de Virginia repetía sin cesar: un exitazo señoras y caballeros, un clamoroso éxito de conexiones de toda Extremadura, millares de personas han visto y oído (citó el nombre de algunas poblaciones así como de bastantes localidades con Universidades Populares)… Gentilmente, tampoco olvidó darme las gracias y felicitarme por la intervención. Cerró el programa y yo me quedé solo de nuevo y pensativo en mi habitación.

Una especie de sinsabor se apoderó de mi ánimo. Las preguntas sin respuesta flotaban desconsoladas por el aire de mi derredor y constantemente me interpelaban: ¿brillarían las miradas de quienes me habían escuchado, o estarían medio ausentes los ojos que me vieron sin yo poderles ver los suyos?, ¿ese frío y desgarrador distanciamiento es cuanto persigue hacerlo total la que todavía llamamos Humanidad?, ¿dónde irán a parar a este endemoniado ritmo de pretendido progreso y avances tecnológicos las caricias, el suave roce de piel con piel, la llave capaz de abrir las puertas del amor y la esperanza? A partir de muy pronto, quizá de ya, ¿todo será cuestión de datos, cifras, números y algoritmos? La ambigüedad delicuescente del futuro ¿consistirá en un vacío existencial que solo rendirá pleitesía al banal consumismo, en aras de favorecer el aumento de los desequilibrios sociales que origina ese  nuevo y estupefaciente dios del capitalismo neoliberal, que arrasa con el valor de lo sencillo y pequeño, mas sublime, de la belleza humilde no ornamental por fuera sino por dentro? Quien considere tener argumentos para esclarecer o refutar  las preguntas anteriores, por favor, que lance en sentido figurado la primera piedra.

Gracias.


[Actualizado el 5 de diciembre de 2022]

 

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