Asistimos una vez más a algo inadmisible en Gaza, un convoy con ayuda humanitaria es tiroteado y a causa de ello mueren más de cien personas, entre los tiroteados y los aplastados por el mismo convoy.
Esto ya es una escena más de las que se repiten uno y otro día, que son criticadas por la ONU, Estados Unidos y la Unión Europea. Eso sí, quedándose todo en reproches y nada en actuaciones efectivas que acaben con la situación.
Ciertamente, la ONU suena ya a artilugio inservible por los derechos de veto de unos y otros, según les convenga a cada cual, y de forma unilateral por la postura de Estados Unidos, que condena las acciones, pero que teniendo la fuerza suficiente no las interviene.
Llegados aquí convendría preguntarnos quién paraliza a su presidente Biden, que seguro que en los círculos del poder del país lo saben bien sabido. ¿Por qué se les señala y muestra incluso con fotos, o no lo hacemos así con los pobres enfermos de droga cuando hacen un pequeño perjuicio de unas monedas? Pero no, eso no, nos quedamos tan tranquilos señalando Netanyahu el sanguinario capataz capaz de absorber más sangre que agua corre por el Jordán.
Y en estas estamos, con una ONU desprestigiada e invalidada para lo que fue creada después de los cincuenta millones de muertos de la Segunda Guerra Mundial, y unas guerras cada vez más creadoras de una tensión mundial que pudieran llegar a estallarnos en las propias narices de las muy felizmente poderosas e inoperantes naciones del norte.
La pregunta es, pues, ¿vamos a ser capaces de neutralizar a los grupos de presión interesados en no parar creando alguna organización operativa capaz, o nos vamos a estar quietos hasta que el toro nos coja a todos?
