ENSOMBRECER LA TORMENTA, por José Luis Sánchez-Tosal Pérez
Salgo de casa, y paseo sin rumbo los distintos lugares de nuestro Ciudad Rodrigo. Los parques están llenos de niños que juegan y gritan sin mesura. Los verdes del glacis brillan como si por ellos nunca hubiera habido el rojo sangre de nuestras guerras pasadas. La muralla tiene un continuo ir y venir de gentes con plano, con el que nos van descubriendo. La vista siempre bella desde "La Batería" ahora se ha vuelto más impactante, pues en ese mismo abrir y cerrar de ojos que ha sido nuestro pasar de las lluvias con frío, a este sol, los árboles de la galería del río y sus alamedas se han vestido, y sus hojas compiten con las flores del suelo en hermosura. Los rayos solares bajan danzando al río a beber, y al hacerlo, provocan brillos alegres. Todo esto, es acompañado desde el cielo, por juguetonas bandas de grajillas, palomas y milanos que no vuelan, si no que planean sobre todo ello como si se recrearan con lo que ven.
Mientras esto sucede, el mundo está enterrando a Francisco, y los allí reunidos fingen jugar a hacer las paces en medio del mundo que algunos de ellos tienen más amenazado que nunca. No sé si será verdad o solo un parón para volver a la carga, pero me da que hagan lo que hagan, nunca, mientras quede un solo bicho humano, acabarán con las ganas de vivir, como no conseguirán matar la belleza mientras no aniquilen toda la naturaleza. Si no, a las pruebas me remito, nada más con ver lo vivido este fin de semana en Ciudad Rodrigo, el que comenzó en convento de San Francisco reducido a cenizas, de la mano de las tropas napoleónicas, y en la noche del viernes renacido como escenario lleno de vitalidad por la música que hicieron sonar en él, el grupo "Astrolabio" para mayor embellecimiento de las palabras de Isabel Bernardo.
En la mañana del sábado, el constante ir y venir de gente a la feria del libro, en medio de lecturas y libros, muchos libros. Esos que nos enseñan y salvan de los males, poniéndonos a soñar, reír o llorar. Y como no, la calle Lorenza Iglesias estaba habitada por varios autores locales o cercanos, por ser de nuestra tierra de Ciudad Rodrigo, firmando sus obras. No puede haber mayor afirmación de ganas de vivir que escribir libros, pues ellos sobreviven a nuestra propia muerte y así nosotros con ellos.
Y después más tarde, en la noche del sábado, se jugó un partido de fútbol para recordar.
Y para afirmar todo esto, y que no nos faltara de nada en este alegre fin de semana, el domingo mujeres, hombres, niños de todas las edades corrían por nuestras calles llenándolas de vital alegría.
Mientras, asomados a la ventana televisiva, vimos como Francisco era despedido rodeado de todas las personalidades del mundo como se merecía, en medio de un cromático y bello espectáculo, que solo los dos mil años de historia de la iglesia lo saben hacer posible. Y seguro que a él no le hubiera gustado, pero se lo merecía.
Todo esto, ha hecho del fin de semana un renacer y vivir gozoso, logrando con ello ensombrecer la tormenta que padece el mundo.