SIN ÉTICA NI ESTÉTICA (XV): ¿QUIÉN PONE EL CASCABABEL AL PATO?, por Ángel Iglesias Ovejero
Nos hacíamos esta pregunta el otro día (v. XII) a propósito de las tasas proteccionistas que el gran Pato impuso a principios de abril (2025), en contra de las teorías librecambistas que suele preconizar la economía “occidental”. Para levantar, o sea, seguir cimentando la supremacía económica (además del imperialismo militar y político) de su país a costa de los demás, no encontró mejor argumento que tratar a estos de estafadores o, en lenguaje figurado, de ratones, en vista del menosprecio con que los trata. De inicio, las reacciones recordaban las de la conocida fábula de J. de La Fontaine (s. xvii), inspirada en las atribuidas al griego Esopo (s. VI a. C.) y la literatura medieval europea. Los roedores, amedrentados por el feroz gato Rodilardo, que los diezmaba de tal manera que no osaban salir de la madriguera, aprovechando una aventura nupcial del terrible felino, reúnen una asamblea, en la que el más viejo propone un remedio, aceptado por unanimidad: ponerle un cascabel al gato. Sólo hacía falta un voluntario, pero no hubo ninguno. La expresión se considera alusiva a la cobardía, motivo que alienta el comportamiento de este extraño personaje de carne y hueso.
En la economía mundial, en medio de las zozobras y vaivenes imbricados, principalmente, en las guerras de Europa y de Oriente Medio, no ha cambiado la situación de permanente inestabilidad, que alimenta el gran fantoche. Ahora bien, este ha cambiado en el sentido de mostrar atisbos de no ser tan bravo como él mismo se retrata, aunque se arregla para no rebajar su autoestima (de lo cual es incapaz), mediante el menosprecio del prójimo llevado al extremo de la grosería. Más o menos su comprobada estrategia se basa en el miedo ratonil ajeno, como los chulos de barrio (¡Al que no se someta a las negociaciones le subo las tarifas!). El mismo pregona, con su soez verborrea en pichinglis, que no se sabe cuántos gobernantes de todas partes del mundo “ya han ido a lamerle el culo [en su despacho]”. Ningún dictador o caudillete lo había dicho tan claro y con tal eco mundial. Únicamente, él mismo había ofrecido a sus aduladores (Pompistas) la retaguardia física de su persona, para que le ofrecieran ese simbólico vasallaje, que no es imposible que reclame, habida cuenta del endiosamiento manifiesto la ya famosa plegaria de la primera reunión de su gabinete de Gobierno (v. XII). En buena lógica, entre sus compañeros de andadura debería de hallarse quien termine por hacerlo menos malo (“Otro vendrá que bueno te hará”), quizá el vicepresidente o alguno de la camarilla más cercana, cualquiera que aprenda de él mismo el método. El refranero moderno lo ejemplifica:
Lamiendo culos subió Miguel,
y ahora le lamen el culo a él
(1941 RM: 163; Iglesias, Diccionario, 2022: 460).
Reiteramos que este personaje tiene una inmoderada soberbia, tanta que podría competir con el gallo Cantaclaro (pensaba que el Sol salía porque él cantaba), pero quizá acabe como el gallo de Morón (“sin plumas y cacareando”), si encuentra o barrunta que alguien le hace frente. En la guerra comercial solo ha chocado frontalmente con un enemigo de verdad, el gobierno de China, que ha aceptado el envite, y habrá que esperar a ver hasta dónde unos y otros están dispuestos realmente a llegar en la escalada de las apuestas. Ahora hablan ya de “negociación”. El valiente americano, al modo de los farrucos juerguistas (“Yo que era el más fuerte me tiré al más flojo, si no me lo quitan, me saca los ojos”), amenaza a los timoratos (lameculos o Pompistas espontáneos), con nuevas represalias si comercian con sus adversarios chinos [Ya no es el caso]. Estos son menos ricos y menos democráticos, pero más numerosos y seguramente más capaces de aguantar la “guerra económica”, porque, sin las trabas de las elecciones, está por ver que las dictaduras puras y duras no tengan más seguimiento obligado por parte de sus pueblos.
Bastó que los ratones de la UE previeran una respuesta proporcionada a los aranceles comerciales, para que el tal gallito americano diera marcha atrás, proponiendo una moratoria de tres meses. Para no perder la cara, se aprovechó de la ventaja que le da el desfase horario, simulando que era parte de su generosa providencia. Hasta que se cumpla este plazo seguirá haciendo hablar de él como sea, ocupando la escena con extravagantes salidas, retorciendo el lenguaje para encajar sus bolas, negando y mintiendo descaradamente, con la tozudez del tonto. De este último, si no recuerdo mal, afirma Anatole France que es más peligroso que el malvado, porque el malvado descansa algunas veces, y el tonto jamás. Pero este personaje entra en la categoría del bobo bellaco, de manera que sus extravagancias siempre son presumiblemente calculadas. Se ignora hasta donde irá, el insaciable apetito del Oso ruso, que no se anda con rodeos y avisa después de dar los zarpazos, Y el Chacal del Oriente Próximo practica una guerra de exterminación masiva (genocidio) en nombre del holocausto judío, sufrido en Europa hace más de ochenta años, sin otras trabas que vagas condenas e insípidas amenazas comerciales por parte de algunas las democracias occidentales. Así que lo más urgente es esperar a ver qué sucede, porque saber, lo que se dice saber, poco se sabe desde que la desinformación es parte de la información por los medios de comunicación…