A VECES PARA ESCRIBIR, NO HACE FALTA OTRA COSA QUE VIVIR, por Mara Guadalix
Va
entrando el otoño con la presencia del agua, la lluvia va apagando
lentamente la luz y las hojas languidecen bajo el óxido de la
putrefacción, también me ha agarrado cierto letargo triste, y casi sin
darme cuenta mi ropa ha cambiado sus tonos para mimetizarme con la
introversión de la siembra y preñez de la tierra. Sólo permanece el
verde perenne de las coníferas, y los pájaros se agrupan inquietos en
enormes bandadas, parecen nubes de insectos en un zumbido de queja,
incesante piar del pensamiento que se enroca en una pregunta sin
respuesta, qué va a ser de nosotros, si en lugar de buscar soluciones en
armonía nos hostigamos entre odios y balas. ¿Dónde nos llevará este
tiempo de niebla y de conflictos? ¿Cambiaremos la tierra por un mundo
feliz, unidos, sin murallas?
Mi tierra eres tú, mi
sombra es la patria donde habitan los peces, los pájaros, las mariposas,
las hadas, los humanos, en una primavera perpetua, sin esquinas rotas.