LO QUE NOS DIGNIFICA, por José Luis Puerto
En
estas celebraciones navideñas en que nos encontramos, cada uno según
sus convicciones, sus creencias o falta de ellas, cada uno según su
modo de estar en el mundo, en la vida, en el existir…, en estas
celebraciones navideñas, en que todo parece volverse excepcional,
tan excepcional que incluso en no pocas ocasiones nos sobrecoge…,
en estas celebraciones navideñas en que nos encontramos, creemos que
puede ser bueno reflexionar sobre lo que nos dignifica.
Porque,
en nuestra sociedad, tan voraz, tan saturniana, tan vertiginosa, tan
irreflexiva, tan individualista…, necesitamos, para dar sentido a
la vida, para darnos sentido a nosotros mismos, indagar en aquello
que nos dignifica.
Comencemos,
sin embargo, a través de la vía negativa, a través de todo aquello
que nos sume a todos en la indignidad. La guerra, las guerras no nos
dignifican. El que en nuestra sociedad, en la española, haya un
tercio de los niños que viven bajo el umbral de la pobreza, mientras
la picaresca (estos días, la de un tribunal a diario en los medios)
y la corrupción campan a sus anchas, no nos dignifica.
El
que se vayan sutilmente recortando, como quien no quiere la cosa y
como a escondidas, derechos democráticos de varios tipos, no nos
dignifica. El que la vivienda esté tan especulada y tan
artificialmente subida de precio, pese a ser un derecho
constitucional de todos los ciudadanos, cuando hay gentes y familias
que carecen de ella, no nos dignifica. La precariedad laboral de
muchos de nuestros jóvenes, a los que les cuesta abrirse paso y
llevar una vida independiente de sus padres, no nos dignifica…
Y,
así, podríamos seguir poniendo ejemplos, hasta que nos saciáramos.
Pero, en estas celebraciones navideñas, tendríamos que poner el
acento en todo aquello que nos dignifica. Para ensancharlo, para
hacerlo visible, para convertirlo en ejemplar y, de ese modo, que
nuestra sociedad se humanizara lo más posible.
Nos
dignifican todos aquellos seres que, desde su voluntad, desde sus
creencias, desde sus convicciones, se entregan a todos los tipos de
causas que favorecen el bien común, que favorecen las perspectivas
de los más humildes, de los más frágiles, de esos eslabones
débiles de la sociedad y del mundo a los que no se presta atención
alguna.
Nos
dignifican todas las acciones respetuosas que, en nuestra sociedad,
hay hacia las minorías de todo tipo, hacia los inmigrantes, hacia
todos los seres humanos que están ahí a nuestro lado, que están
junto a nosotros y cuyas necesidades y precariedades, ay, apenas
llegamos a percibir.
Nos
dignifican nuestros sanitarios y sanitarias, nuestros docentes de
todos los rangos, que hacen que ese bien común y para todos que es
la sanidad y la educación funcionen en nuestro país y estén,
todavía hoy (pese a las embestidas interesadas contra lo público),
en una situación envidiable.
Nos
dignifican también esos hermosos textos que aluden, de un modo
emocionado y hermoso, a la fraternidad, a la solidaridad humana, y
que sitúan su acción en el tiempo navideño, de Dickens, de
Andersen, de Wilde y de otros varios escritores, cuya lectura estos
días nos puede resultar emocionante e ilusionante.
Inclinemos
estos días –en que también estamos azotados por el ruido y la
furia– la dirección del viento social y humano hacia todos
aquellos y hacia todo aquello que a todos y todas nos dignifica.
Merece mucho la pena.