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26 enero 2024

LAS DOS CALLES O NINGUNA, por José Luis Sánchez-Tosal Pérez

José Luis Sánchez-Tosal Pérez
LAS DOS CALLES O NINGUNA, por José Luis Sánchez-Tosal Pérez

Por dónde meterle mano al controvertido y espinoso asunto de la desaparición del nombre de Che Guevara en una de nuestras calles, al parecer por la petición de un vecino de forma no oficial, cosa esta que ya de por sí tiene su miga, pues me suena a plano inclinado la rapidez de atención a la queja que si fuera en otra dirección me da que estaría llena de objeciones legales que ahora se ignoran.

La decisión es, a mi modo de ver, tan controvertida como puede ser la trayectoria vital del Che según se mire y quién. Fue un médico intelectual que no resistió la dureza con que las gentes de los países sudamericanos tenían que convivir a diario a cuenta de los políticos, que aunque propios no eran más que hombres de paja, léase para mayor saber “El señor presidente” del Premio Nobel Miguel Ángel Asturias. Y contra estas y en estas estuvo y anduvo por el mundo, especialmente por su muy querida América del sur, donde un buen día se encontró con Fidel Castro, y fue puntal básico para la expulsión de Batista y la imposición del régimen comunista en Cuba. Conquistado el poder no se quedó apegado a él, sino que se alejó de este, de sus comodidades, prebendas y mullidos sillones, yendo a parar a las guerrillas de Bolivia, donde fue herido y apresado e inmediatamente ejecutado. Como teórico y práctico defendió la lucha armada contra el imperialismo americano y se solidarizó con todos los países del Tercer Mundo y como hombre hizo coincidir su teoría con la práctica, hasta dejar la vida en ello.

Por tanto, que empuñó las armas sí, pero por qué y en defensa de quienes es algo a reflexionar, antes de hacer desaparecer su calle en nuestra Ciudad. Por cierto, que el nuevo nombre que se le va a poner de calle del Carnaval del Toro es inexacto, pues no es esta, sino la de al lado donde este sucede, que mira tu por dónde es la de Agustín de Foxá, cuarto Conde de Foxá, y antiguo propietario del Monasterio de la Caridad que tanto supone para muchos mirobrigenses. Pero que mira por dónde, no está tampoco lejos de andar en asuntos de guerras, concretamente en la nuestra, tan triste como feroz, hablo de nuestra Guerra Civil, en la que tanto sufrió y perdió el país. No fue desde el primer momento un espectador sino un miembro activo de esta, pues desde sus comienzos estuvo cercano a José Antonio Primo de Rivera, y entre otras cosas es coautor del Cara al sol, himno con tanta vocación de español como contradicción, pues nació en un restaurante de lujo vasco en Madrid, esta tierra tan odiada como para hacerle el bombardeo de Guernica a manos de la muy moderada aviación nazi, compañeros de viaje de la Falange y de Franco en el golpe de estado dado a la República.

Por cierto, el himno, fue compuesto por J. Félix, Jacinto Miquelarena, Haro, José Antonio, Rafael y Dionisio Ridruejo. Mientras la música golpeaba los teclados Agustín de Foxá escribió: “De cara al sol, con la camisa mueva / que tu me bordaste ayer”, siendo esta su aportación al himno falangista que fue hecho al unísono por los mencionados. Como todos sabemos, la Falange tenía y empuñó armas desde un principio, son palabras de José Antonio: “Que se rompan las urnas era su más noble destino, que patria era una unidad de destino en lo universal y que para defenderla había que emplear la dialéctica de las pistolas”. Y por estos lares, es decir por las tierras de Ciudad Rodrigo donde no hubo guerra sino sólo represión, la Falange encargada de ella la usó contra desarmados e indefensos, donde mira tu por dónde la Caridad, su finca y casa se convirtió en lugar carcelario de todo aquel considerado rojo, y de lo que con ello se hizo en nuestra Ciudad el que se quiera enterar bien que lea “La represión franquista en el sudoeste de Salamanca”, de Ángel Iglesias Ovejero, y después pensemos si estamos o no a priori, para que esa, la que sí es la calle por donde pasa el Carnaval tenga por méritos propios desaparecer como tal el nombre de Agustín de Foxá. Todo esto, claro desde la aplicación de la óptica que se tiene para con la de Che Guevara.

Dicha y contada esta historia personalmente pienso que ambas deberían ser respetadas, ya por lo que históricamente representa tanto la una como la otra, pues Agustín de Foxá además de falangista era escritor, y no malo, que dio una visión de la Guerra Civil que si bien es totalmente derechizada en su novela “Madrid, de corte a Checa” es imprescindible conocerla para mayor comprensión de nuestra tragedia, y mayor conocimiento de lo que no llegaba a comprender el muy aristócrata e intelectual, pues la clave de esta a mi entender está en un pasaje que describe los felices días anteriores al exilio del rey, cuando en el campo de tiro se reunía toda la alta sociedad madrileña, y lo que en ella sucedía a los que estaban era a menudo portada de ABC, mientras que con sus escopetas se divertían matando pichones, los que unos descamisados, jugándose la vida en una tapia si algún tiro se perdía para ellos, remataban con crudeza los pichones heridos, a los que Agustín describe como unos seres sucios y crueles que estaban en la tapia esperando cogerlos para comérselos, y es que no entendía nada del por qué, pues ellos los mataban a distancia sin mancharse las manos, y no cabía en su cabeza que se tuvieran que mientras se jugaban la vida en medio de los disparos remataran con crudeza y prontitud al pichón para poder comer, como si estos momentos fueran para andar con remilgos. Cuando no se entiende esto, poca razón se puede tener aunque se escriba muy bien.

Personalmente pienso que queriendo hacer desaparecer las calles de ambos, y con ellos su memoria, no nos hacemos un favor, pues querámoslo o no el Che es un icono del siglo XX, que estará y perdurará por encima Kissinger, Premio Nobel de la Paz por aquel entonces, todo poderoso instigador de todo suceso sudamericano. Y Agustín de Foxá un escritor al que hay que recurrir para entender todo lo que no entendía la aristocracia española que dio al traste con la República.

Dicho esto, mucho me temo que sin reflexionar sobre todo ello, se ejecute la acción de borrar el nombre de la calle, a pesar de los perjuicios tan bien descritos en el artículo Where the streets have no name (Donde las calles no tienen nombre), publicado en este blog por Jesús María Domínguez, de borrar la calle Comandante Che Guevara dejándole el mal nombre de calle Carnaval del Toro que más le pertenecería a la de al lado y a la cual a pesar de lo que hemos contado tampoco sería conveniente hacerlo.

¿Pero por qué a una sí y a la otra no?

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