UN MANTRA ANTISOCIAL, por José Luis Puerto - Ateneo Virtual Mirobrigense – Ciudad Rodrigo
UN MANTRA ANTISOCIAL, por José Luis Puerto
Entre
determinados dirigentes de nuestra sociedad, se nos repite un
enunciado, que lanzan como si supusiera un beneficio para todos y al
que se quiere otorgar un carácter paradisíaco, como es el de bajar
impuestos, o incluso el de cobrar determinados salarios libres del
descuento correspondiente, con el que todos hemos de contribuir para
mantener el adecuado funcionamiento de la máquina de nuestra
sociedad.
Y
eso que, según distintos informes y reportajes, difundidos por radio
y televisión y, por ello, al alcance de todos, de los distintos
países que configuran la Comunidad Económica Europea, España es
uno de los que la contribución tributaria de los ciudadanos es, en
el fondo, más baja.
Eso
sí, hay desigualdades en su carácter. Cuando se habla de bajar
impuestos –ese mantra, en el fondo, perjudicial para todos, pese al
aparente sesgo paradisíaco con el que se vocea–, en el fondo, no es
para los ciudadanos de a pie, ni para las familias, sino es, en el
fondo, para los patrimonios más altos, para las mayores fortunas y
para grupos bancarios y empresariales que contribuyen menos de lo que
debieran; algo que, por desgracia, ocurre en otros ámbitos del mundo
occidental, donde –como también es sabido– hay poseedores de
grandes fortunas que, con un sentido de la responsabilidad que
escasea, piden al propio estado contribuir de acuerdo con el valor de
su patrimonio. Pero esto es la excepción.
A
los ciudadanos normales y corrientes, a los ciudadanos de a pie el
mantra de bajar impuestos nos perjudica. Y eso no nos lo dicen. Nos
engatusan con un mensaje tan engañoso. Primero, porque esa rebaja de
impuestos no está destinada a nosotros.
Y,
sobre todo, porque sin impuestos no hay sociedad del bienestar (una
expresión que no nos gusta), esto es, no hay servicios sanitarios,
educativos y sociales como los que tenemos, desde hace lustros, en
nuestra sociedad.
Y,
en el liberalismo crudo y duro que algunos pretenden imponer, lo que
prevalece es la ley del más fuerte. Si uno es poderoso y tiene un
patrimonio que le cubra las espaldas, puede pagarse sus necesidades
sanitarias, educativas y sociales; pero, si no, como nos ocurre a la
mayoría de los que constituimos esta sociedad, nos quedamos a la
intemperie, al verlas venir, fuera de ese paraguas que constituye la
existencia de unos buenos servicios públicos creados y mantenidos
por el estado.
Recuerdo,
cuando leía las memorias de Jaime Salinas, el hijo del gran poeta de
la generación del 27 Pedro Salinas, que indicaba que su padre,
profesor en Boston, en el exilio norteamericano, cuando contrajo un
cáncer, al acudir al centro hospitalario, lo primero que le
pidieron, para ver el tipo de tratamiento que iban a aplicarle, es
que indicaran sus haberes dinerarios, su chequera, para aplicarle uno
y otro tipo de tratamiento. Esto, afortunadamente, en nuestro país
no existe, ya que tenemos una sanidad pública de la que todos los
ciudadanos nos beneficiamos.
De
ahí que no hemos de dejarnos engatusar ni seducir por ese mantra,
antisocial y mentiroso, de que las bajadas de impuestos nos
benefician.
Ni
mucho menos. Nos perjudican. Y más de lo que creemos.