LOS NECESARIOS: CÉSAR MANRIQUE, por José Luis Puerto
Uno de estos días de atrás, Fernando Gómez Aguilera, el excelente poeta cántabro y gestor cultural, director de la Fundación César Manrique en Lanzarote, en la que lleva años, realizando una programación cultural muy coherente y respetuosa con el medio, nos enviaba un ejemplar del voluminoso catálogo de una exposición, comisariada por él mismo, con el título de ‘Palabra y compromiso: Al poder se le incomoda. César Manrique. Activismo’ (2024).
Tal catálogo es todo un manifiesto de cómo, en nuestra contemporaneidad, se ha cultivado lo que podríamos llamar una belleza responsable, que ha sabido entender que la belleza ha de comprometerse con el espacio, con la tierra, con la casa del ser y de las criaturas, frente a tantas devastaciones interesadas, pragmáticas, egoístas, que solo ven el territorio, el espacio, la ciudad, el campo, la naturaleza… como fuente de especulación, de negocio, de enriquecimiento…, para lo cual lo someten todo a la devastación y a la destrucción.
Frente a tales atrocidades, a lo largo de nuestro tiempo, y de muy diversos modos y maneras, así como con diversos enfoques, ha surgido un activismo, con el fin de preservar la integridad del territorio, del espacio natural y del intervenido por el ser humano, de modo respetuoso, a lo largo de la historia.
En tal activismo estuvo siempre el artista canario César Manrique (Arrecife, 1919 – Tahíche, 1992), quien no solo creó su propia obra pictórica y escultórica, muy moderna y hermosa, muy personal y sugestiva, sino que, al tiempo, tuvo siempre un compromiso incuestionable y valiente en defensa de los valores medioambientales tanto de Lanzarote, su isla natal, como de todo el archipiélago canario.
Son muy significativas y hermosas, al tiempo que marcadas por un gran respeto hacia el medio, sus intervenciones paisajísticas tanto en Lanzarote (el Jardín de Cactus, los Jameos del Agua, el Mirador del Río…), como en algunos otros enclaves canarios.
Debido a tal tipo de creación, de compromiso y de activismo, el artista recibiría no pocas distinciones, entre las que cabría destacar el Premio Mundial de Ecología y Turismo, o el Premio Europa.
Estamos ante un catálogo documentadísimo y lúcido, gracias a los textos analíticos del propio Fernando Gómez Aguilera y de los distintos especialistas que escriben sobre el activismo de César Manrique y su contextualización, entre los que no quisiera dejar de citar los nombres de Alberto Santamaría o del poeta y crítico de arte José María Parreño, por la relación antigua que con ellos mantengo.
Hay toda una cartografía de conceptos, trazada en el catálogo, que nos orienta sobre los territorios en que pivota la obra y acción de César Manrique: patrimonio natural, patrimonio cultural, arte-naturaleza / naturaleza-arte, sensibilización, crecimiento turístico, activismo, movilización social…
Fotografías, recortes de prensa, manifiestos (uno de ellos: “Lanzarote se está muriendo”…, prefiguración de las manifestaciones de este tiempo en las Islas, debido al turismo salvaje, con el lema de ‘Canarias se muere’), textos del propio César Manrique, cartas y manuscritos en facsímil del artista, análisis especializados… y otros materiales hacen del catálogo de la exposición sobre el activismo de César Manrique un documento valioso para entender una de las derivas del compromiso artístico contemporáneo con el ser humano y con la Tierra.