EL PEOR INVENTO DEL HOMBRE, Miguel Ángel Largo Martín
Ciudad Rodrigo conmemora esta semana el asedio francés de 1810. Coincide este año con una nueva guerra, que aunque queda lejos, a unos 3.000 kilómetros, sus consecuencias económicas nos están llegando en toda su crudeza, y quizás nos hagan tiritar durante el frío invierno. Hemos visto desde el comienzo de la guerra en Ucrania como los grandes perdedores de la guerra son los civiles, teniendo que huir muchos ucranios a múltiples puntos de Europa para evitar las consecuencias de la guerra y, porque no decirlo, salvar el pellejo.
Las guerras comenzaron a cambiar con la utilización masiva de la artillería. Fue justamente, Napoleón Bonaparte quien empezó a usar intensamente este arma en sus campañas, tanto en campo abierto como contra las plazas a tomar. Y es que el pequeño corso era precisamente oficial del arma de artillería.
No debemos irnos muy lejos para poner un ejemplo del comienzo de la utilización masiva de la artillería en los objetivos napoleónicos. Sí, es Ciudad Rodrigo. Durante los últimos días de junio y primeros de julio de 1810, la fortaleza mirobrigense sufrió una auténtica lluvia de cañonazos que alteraron para la posteridad su traza urbana, y parte de los cuales aún podemos ver en la torre de la Catedral. Pero no podemos olvidarnos, que debido a ese aguacero artillero, los mirobrigenses y defensores que estaban dentro de la ciudad sufrieron un auténtico calvario. Esto sería no muy lejano a lo ocurrido en recientes fechas en la acería de Azovstal en Mariupol. Además, para más inri, en menos de dos años, Ciudad Rodrigo volvería a sufrir un asedio similar al de 1812, pero en ese momento las fuerzas atacantes eran las británicas. Nuevamente la ciudad volvió a sufrir durante días una auténtica lluvia de artillería, que alteraría otra vez el maltrecho paisaje urbano de la ciudad, así como ocasionó la muerte de muchos mirobrigenses y ocupantes franceses.
Tanto en 1810, como en 1812, aunque Ciudad Rodrigo era una plaza militar, no importó nada que su población fuese mayoritariamente civil, para que tanto franceses como británicos usasen de forma cruel y despiadada la artillería para conseguir su objetivo, que no era otro que la toma de la ciudad amurallada.
Con el paso del tiempo el hombre consiguió imitar a los pájaros, y como no, desde el primer momento utilizó esa nueva herramienta que eran los aviones en las guerras. Ahora ya no había que desplazar los cañones u obuses hasta un punto cercano al lugar que se quería tomar, simplemente se cargaban de bombas los aviones y después volaban hasta el lugar a castigar. Allí los aviones descargaban toda su furia sobre ese lugar, reduciéndolo a la mínima expresión. Habitualmente esos lugares sobre los que se lanza la aviación son civiles, llenos de gente indefensa, lo que causa el mayor dolor y crueldad nunca imaginados.
A medida que el hombre ha ido evolucionando las máquinas de guerra, mayor ha sido la crueldad sobre la población civil. Con ello ha conseguido que la muerte y destrucción llegue a cualquier lugar.
La historia está escrita en su mayoría por las guerras y sus consecuencias. Pero las guerras son el peor invento del hombre, que lo sitúan por debajo de cualquiera del resto de especies animales, ya que no hay ninguna que haya inventado nada similar.