EL PREVISOR, por José Luis Sánchez-Tosal Pérez
Salimos al campo, es domingo, y aunque he comprado la prensa prefiero no leerla hasta pasado el día, pues cada vez es más duro enfrentarse a la realidad, puesto que ésta cada día que pasa se hace menos digestible.
En la sierra, concretamente en Sotoserrano, donde hacemos la ruta de los Tres Ríos, vamos riendo, primero entre olivos, y después con las aguas que estos días bajan de las nevadas montañas, alegres y cristalinas. Procuramos conversación relajada y hablamos de lo hermoso que está el día, lo adornado que está el campo, que a pesar de las danas, está queriendo romper ya primaveralmente con sus olores y flores brotando, aunque aún sea con timidez.
Acabada la ruta disfrutamos de una comida que está muy rica después de andar, y de los relajados comentarios de unos y otros. Luego, cada uno para su casa, con un día ganado a la causa del "buen vivir", por lo hecho y por lo deshechado. Naturalmente vuelvo con la radio apagada, sería demasiado, de repente, entrar en el mundo de los aranceles, las bolsas, los Trump, Putin, Netanyahu y Miley, las armas, y las alianzas tan precarias y temidas como interesadas, y de todo lo cual al menos el domingo me resisto a prestar atención. Eso sí, pero con la mosca en la oreja, pues nada es perfecto, dado que en la ruta, encontramos una construcción de una especie de castillo que levantaba un solo hombre al cual me atreví a decirle "¿NO es mucha vivienda?", a lo que él me contestó " No es para mi, lo hago con vistas al turismo, con el fin de asegurarme la vejez, pues tengo claro que lo que sucede en EE.UU. nos termina llegando a todos, es decir, que no habrá pensiones ni seguridad social". Lo que ¡Mira por donde!, y a pesar de huir de ello, lo fuimos a encontrar en pleno campo, que en un principio nos aislaba y protegía del susto social que estos días recorre el mundo como aquel temido fantasma comunista de principios del siglo pasado.
Y es que si nos llega el miserable mundo de los EE.UU. a Europa, cierto es, que es lo peor que nos podría pasar, pues es un país donde vagan por las calles sus viejos sin pensiones y enfermos moribundos por no poder costearse la asistencia médica, lo que los lleva a morir en ellas, en el país más poderoso económicamente.
Está claro que nada es perfecto, y menos en este mundo tan abocado a la imperfección como así este encuentro, con este hombre tan previsor que lo corrobora. Veremos si entrados en esa situación, a pesar de su previsión, tiene turistas. Lo que sí es cierto es que a nosotros nos metió el miedo, y nubló parte del hermoso día.
Y esto, lo he procurado guardar para el final del artículo, como en la marcha lo guardamos en el subconsciente, para no estropear el día.