EN RECUERDO A JESÚS TOMÉ, por Manuel Belda Rivero
“Todo lo llevo en mí. Cuando me toque
pedir la paz -si hay paz para mi sangre-
quisiera descansar entre los nidos
de mariposas bajo el sol y el aire”
Jesús Tomé
Los vientos transoceánicos nos han dejado estos días una triste noticia: Jesús Tomé ha muerto el pasado 18 de mayo en Puerto Rico.
Y quién era, preguntarán algunos, quién era y por qué lo traemos a estas
páginas.
En pocas palabras y, entre otras cosas, por mirobrigense y por poeta.
Sirva, pues, como breve semblanza, que Jesús Tomé Ramos nace en la calle Fuentenava de Ciudad Rodrigo, el 1 de febrero de 1927.
Sus primeros pasos, y por motivos laborales de la familia, los da en Salamanca y Zamora hasta que, en 1934, tras morir su padre, vuelve a Ciudad Rodrigo a vivir bajo la tutela de sus abuelos maternos: Melitón y Micaela.
En el prólogo de la edición de su Antología Poética (Salamanca, 1981), Joaquín Galán nos dice:
“Crece entre familias de oficios antiguos, cisqueros y arrieros transportistas (sus tíos) curtidos y escobera, respectivamente, sus abuelos. El mismo Jesús Tomé vende escobas en los mercados de la Calle El Rollo (hoy Lorenza Iglesias) y en la plazuela de Béjar (o del Buen Alcalde). Acude a la Escuela Nacional (en el citado arrabal de San Francisco). Allí, con el estímulo de don José Sánchez Hidalgo y de don Martín Romo Sesmilo, escribiría, sin duda, sus primeros versos y narraciones...”Recojo la cita con todos esos entrañables nombres propios y detalles, de los que siempre se sentiría muy orgulloso, y que marcarían e influirían en esos primeros años de la infancia de un niño que, como tantos otros de Ciudad Rodrigo, jugó a la guerra entre fosos y murallas...
En 1940 ingresa en la Congregación Claretiana, en Segovia, siendo en esa ciudad donde publica sus primeros versos.
En 1953 es ordenado sacerdote y cursa Filosofía y Teología, completando sus estudios de Humanidades en la Universidad Pontificia de Salamanca.
Profesor de literatura en distintos centros, en 1963 se traslada a Puerto Rico, donde, al parecer, iba a permanecer cuatro meses y que a la postre se convirtieron en casi sesenta años. Será allí donde desarrollará una labor y dedicación intensas y fecundas en distintas facetas como profesor universitario, como editor (crea una editorial propia), articulista, ensayista...toda una vida, en definitiva, de estudio y profesionalidad intelectual, humana y social.
Entre sus libros publicados podemos citar algunos de títulos tan sugerentes como Mientras amanece Dios (1955), Hijos de esta tierra (1958), Senda del hombre (1959), Traigo esta tristeza (1960), Poemas para un exilio (1976), La ciudad (1978) Veinte poemas desesperados y una canción de amor (1981 este último inédito y que se recoge en la Antología Poética (1981).
Ya en esos títulos encontramos algunas de las palabras claves que marcan su poética: tristeza, exilio, existencia, Dios. esperanza...En definitiva, la búsqueda de sí mismo para encontrar las respuestas a las preguntas esenciales de la existencia...Todo ello envuelto en sus hermosos endecasílabos, metro que utiliza con preferencia y que nadie domina como él.
Toda la poesía de Jesús Tomé marcha por caminos de espiritualidad y espacios vitales entre la angustia y el desasosiego existencial, entre la esperanza y el amor. Caminos, a veces, muy próximos a San Juan de la Cruz o Santa Teresa...
Hambriento y loco voy. Deshombrecido.
Sintiéndome retrasarse la flecha
que marca mi esperanza insatisfecha
de no estar siendo sin haber sido
En el prólogo de su libro, tal vez el más decisivo de su trayectoria poética, Traigo esta tristeza, Premio Ciudad de Barcelona 1958, el autor nos dice:
“He querido llegar a una poesía de suma transparencia... que se vea el poema por dentro... una poesía de absoluta necesidad libre de adherencias que distraigan la visión...”
El amor a la naturaleza, la fusión del paisaje en sus sentimientos, la evocación de la infancia como un tiempo feliz...
Mira, nace la aurora clara y fría.
volvamos al silencio y la fragancia
de los pinos; volvamos a la infancia
de la luz a esperar a la alegría.
En Puerto Rico se gana la consideración de su labor profesional, poética y humana. Pero a la par surgen el olvido y el silencio que inexorablemente produce la distancia.
No obstante, es en el verano de 1960, cuando con motivo del I Congreso de Mirobrigenses Ausentes, aparecen en las páginas de La Voz de Miróbriga, unos poemas con el título El corazón donde estaba. Son un canto de nostalgia a la infancia que se perdió por esas calles, cuando escuchó la música fresca de aquellos caños y de las fuentes de aquellas plazas...
Mi infancia es el recuerdo de algún niño
que a golpes de esperanza se despierta
entre asombradas sombras de murallas
y desvelados fosos sin defensa.
La añoranza por volver a su tierra siempre presente...
Por eso he de volver. Por eso vuelvo,
a vuelos casi rotos, a mi tierra
donde todo es posible todavía
donde aún la esperanza nos espera.
Y con más ahínco todavía se reafirma en su regreso. Un regreso que va más allá de lo puramente físico o geográfico y que trasciende todos los exilios...
Retornaré a las plazas en que crecen
siglo a siglo, silencios olvidados,
para que encuentre el corazón su sitio.
Y, sin querer, yo también me he perdido una vez más entre sus versos. Y he vuelto a releer la ponencia que, con motivo de las IV Jornadas de Patrimonio CFIE de Ciudad Rodrigo, en 2008, y que no me he podido resistir a traeros algunas de aquellas consideraciones, algunos de sus versos.
Sin querer me he perdido, y me he olvidado decir que conocí Jesús Tomé en uno de esos regresos a Ciudad Rodrigo, en 1982. Ahí pude disfrutar de su agradable y erudita conversación. De su afabilidad, de su entrañable amistad que siempre llevaré conmigo. Un gran corazón para un gran poeta.
Y sin querer, repito, me he olvidado de que fue Pregonero Mayor de nuestro carnaval en 1989, y de que donó su gran e importante biblioteca a Ciudad Rodrigo. Unos libros que, tras una odisea oceánica, llegaron a la Casa de la
Cultura en cajas.. .donde, creo, siguen... En esas cajas...
Pero eso ya es otra historia. Como historia fue aquel otro Congreso de Mirobrigenses Ausentes, el segundo, en 1982, para el que Jesús Tomé escribiría un poema que, cómo no, titula
El regreso. De él os dejo los versos finales, para no alargar más estas líneas. Unas líneas que solo han pretendido rescatar un poco al poeta nacido en Ciudad Rodrigo, al Padre Tomé, como fuera conocido. Darlo a conocer. Regresarlo, si me permitís la expresión, de la mejor forma que saben los poetas. Con sus versos.
...Y existe una ciudad que han levantado,
sobre las viejas piedras circulares,
los sueños fatigados, los deseos
que sienten el dolor de haber crecido
hasta olvidar la luz que perseguían;
ella sabe mi nombre; y porque escucho
la voz con que me llama, convocándome,
digo “regreso” igual que si ahora mismo
estuviera inventando la palabra,
creándola de nuevo, letra a letra,
con el polvo de todos los caminos,
y la oigo sonar con el murmullo
desandado y ansioso que desdice
todas las despedidas...
Y termina el poema...
Pero quiero volver como el rocío,
sin que trompas triunfales alboroten
la paz azul en que se inscribe y fija,
con la vertiginosa letra de un vencejo,
nuestro oscuro destino. Solo sueño
que un silencio de aromas sorprendidas
me permita escuchar mis propios pasos
por las calles y plazas y jardines
en que el niño que fui sale al encuentro
del hombre que ahora soy, pero sin duelo,
dichoso de saber que he regresado.
Que así sea.
Descansa en paz, admirado y querido Jesús Tomé.
Ciudad Rodrigo, mayo de 2022