LLUEVEN, LLUEVEN, por José Luis Sánchez-Tosal Pérez
El día está frío y lluvioso, las calles al atardecer vacías, el aire ya no es fresco sino frío, y el Día de Todos los Santos se anuncia lluvioso y desangelado. Todo esto quizá sea lo normal en estas fechas, pero después del eterno verano nos coge desprevenidos, no sé por qué ante las inconveniencias siempre estamos desprevenidos, aunque sepamos que están ahí y forman parte de la vida.
Llueve también en Gaza, mucho y cada vez más, pero allí lo que está cayendo no es agua sino bombas, que a pesar de que los israelíes lo llaman ataques selectivos, pues como que las bombas no preguntan si a los que sacuden son de Hamás, civiles o niños.
Mientras en Ucrania, siguen a lo suyo sin parar, y no parece que nadie tenga intención de que así sea, la Unión Europea por cercana a ambos conflictos sería la más perjudicada en caso de extensión, pero donde hay patrón no manda marinero, bueno ni la ONU, ni nada de momento que se oponga a los dos gigantes en liza. Y para que no nos falte de nada, aquí en casa estamos en una guerra incierta con las grandes empresas, porque le ha sido pedido algo más de porcentaje de pago a la Hacienda Pública, lo que les ha llevado a contestar que invertirán en otro lugar, vengándose así del atrevimiento del gobierno. Y en estas estamos, cuando de África vía Canarias no paran de llegar inmigrantes que no tienen más que hambre, a los que se les monta un tinglado de rechazo tan racista como interesado de explotar por la derecha, olvidándose, eso sí, de que la vida de estas personas en su lugar de origen es imposible, entre otras cosas, muchas veces, por nuestros tejemanejes colonialistas europeos, y más reciente como sostenedores de gobiernos ladrones y criminales.
Lo visto y dicho: llueve, y amenaza con hacerlo de forma violenta, como si el clima se hubiese contagiado de nuestras maneras de hacer, pero mientras no cedemos en nada, vivimos y consumimos igual que si no tuviéramos cambio climático, fabricamos armas como si fueran juguetes, dejamos generaciones de jóvenes sin empleos dignos y estables con los que poder encarar su futuro, y sobre todo lo hacemos como si no estuviéramos viendo las consecuencias que ya padecemos.
Llueve, llueve, más que nunca, pues se ahogan las esperanzas en el ser humano.