Cada una de las sociedades humanas, desde la aldea más minúscula hasta la civilización más acabada, está fundada y constituida por su memoria y también por ese patrimonio material e inmaterial que genera.
Ha de ser siempre así, puesto que somos seres de conciencia y, en nuestros vínculos con los demás seres humanos, que configuran la sociedad, todo tipo de sociedades, es la memoria la que nos define y da señas de lo que somos, así como el patrimonio que generamos.
Llevamos en la tarea de conocer y analizar la memoria y el patrimonio de los ámbitos campesinos que nos resultan más cercanos y conocidos –desde nuestro propio lugar de origen, hasta su entorno, y áreas del oeste peninsular (Sierra de Francia, Las Hurdes, la comarca leonesa de Rueda, así como las áreas de las provincias salmantina, zamorana y leonesa)– prácticamente toda nuestra vida de adulto.
Es un mundo fascinante, como todos los mundos que el ser humano configura, y, al tiempo, lleno de manifestaciones sorprendentes, que las comunidades humanas crean cuando celebran, cuando trabajan, cuando elaboran productos, cuando imaginan, cuando crean y cuando creen, cuando exploran, cuando aman…
Frutos de un trabajo de años son nuestros diversos libros y publicaciones, que se mueven a caballo de diversas ciencias humanas y sociales, como la etnografía, el folclore, la antropología cultural, la geografía, la historia, el pensamiento incluso…, porque de todo ello participa lo que nos interesa indagar.
La última manifestación de tal trabajo es el libro recién publicado por la Diputación salmantina, que titulamos La Alberca. Memoria y patrimonio. (1) Lo sagrado, al que seguirá un segundo volumen en torno a lo profano. Se está difundiendo estos días, al tiempo que lo estamos presentando en ámbitos diversos. Aportamos en él aspectos desconocidos e inéditos sobre nuestro lugar de origen.
Seguimos la ya clásica distinción que estableciera el historiador de las religiones Mircea Eliade entre lo sagrado y lo profano; oscilación o dualismo en el que todo lo humano se mueve y se manifiesta.
Afortunadamente, pertenecemos a un tipo de sociedades que, en buena medida, dejan manifestaciones escritas de lo que viven; de ahí que hayamos de recurrir a los archivos para acceder a la memoria de las mismas. Sin descuidar nunca un trabajo de campo, muy necesario para conocer y tomar el pulso a tales sociedades.
Al final, percibimos que lo que somos también está en lo que realizamos (de lo que investigamos, en este caso), que se configura, en cierta forma, en una fe de vida de nuestro paso por el mundo, que no es poco, pese a que tampoco lo sea todo.
Memoria y patrimonio. Siguiendo ese doble hilo, podemos acceder al conocimiento del mundo en el que vivimos. Y, también, de los mundos pasados.