SIN HOMÚNCULOS, por José Luis Sánchez-Tosal Pérez
La
dificultad semana a semana de decir algo en una pequeña ciudad,
donde el río vital fluye totalmente encauzado por fuerzas
interesadas, es a veces extrema. Lo que solo a un terco algo loco no
lo desanima hacerlo.
Y aquí estoy, otro día ante ustedes, en una tribuna hecha a la medida de mi delirio, sin trabas ni más intereses que los de llegar a liberar de los espurios a la ciudad en la que vivo y a la que tanto quiero, sabiendo que nada facilita el camino, sigo con más esfuerzo del que se debería necesitar si los falsos hombres que lo tapan dejaran de obstruirlo.
Mientras, me pregunto si mi trabajo de Sísifo, tendrá alguna vez liberación, yo sigo con mi tarea sin saberlo con certeza, pero con una fe que para sí querían los obstruccionistas. Con ella, veo una ciudad más libre y sobre todo más humana, una vez deshecha ya de ellos.
Luego me despierto, y ahí están ellos cerrando los caminos que llevan a un vivir más digno, y yo rodando con la piedra que si llegara a su destino nos desembarazaría de los intereses que nos oprimen.
No pierdo el tiempo en maldecir, miro al cielo que está bello, y me digo: “hay que subir la piedra hasta él, pues me han dicho que allí no hay homúnculos. ¿Os imagináis un mundo sin ellos?”