EN EL JARDÍN DE LA INOCENCIA, por José Luis Sánchez-Tosal Pérez
Apenas
he comenzado a leer, y me abrumo con las casi trescientas páginas
que tiene el libro, las que ahora me pesan como si fueran de hierro,
y las cuales consideraría una traición a mi amigo y compañero de
blog José Luis Puerto no leerlas, mientras me digo: calma, hazlo de
poco a poco.
Pasado un rato sigo leyendo ya sin pesar, con gusto más bien, quizá sea que me he acostumbrado a estar metido en un jardín que no es de este mundo, el de la inocencia, aunque me sienta en él tan extraviado como un elefante en un garaje. Pero ahora ya, sin saber aún dónde y cómo me voy a sentir después de haberlo recorrido todo, lo leo ya sin pesar y con mucha curiosidad por ver todo lo que en él hay guardado. Camino entre sus páginas con tanto agrado como deseos de absorber todo lo que encierran, y todo lo que me van aportando, con el deseo de que dejen en mí sus posos cuando ya estén leídas todas.
Hay en este poemario un canto a la grandeza de vivir traído de la mano de todo lo pequeño que visto con la mirada de José Luis Puerto es elevado a las mayores alturas que uno no alcanzaba a ver ni imaginar antes de haberse acercado a este libro.
Lo consigue diciendo cosas sencillas, que pudieran casi ser simples si no estuvieran vestidas con sus mágicas palabras que la elevan y con las que nos dice cosas como las seleccionadas:
Culebrón:
Las palomas celebran
La mañana
Como homenaje a Kant
Aunque ellas no lo sepan.
Manos:
Manos para crear
El sentido del mundo
Para trazar el lienzo
De la fraternidad hecha entre todos
Monleón:
La torre del castillo en el paisaje
Como si fuera de otro tiempo
Un espacio perdido
Que sigue ahí presente
Hunde tus manos:
Hunde tus manos
En el montón de trigo
Hunde tu servicio
En el fulgor del mundo
Árbol junto a la mansión abandonada:
Cómo floreces, árbol,
En esta primavera.
Danos tu obstinación
Para seguir latiendo
Y existir en la música del mundo
Alma antigua:
Dónde está mi alma antigua
La de los días niños
Del primer paraíso que viviera
Desde:
Desde mi cuerpo, desde los sentidos
Y también desde el alma, colmenar
Que protege la miel de lo que importa...
Contemplo lo creado
Y lo convierto en modo
De amor sin pedir nada
Es promesa:
Nos pertenece la mañana
Con su luz prodigiosa
Como recién creada
Que funde el mundo cada día.
Que le da consistencia
Y lo renueva de continuo.
Miróbriga 2
Y vuelves otra vez
A la ciudad antigua
A su espacio acotado por murallas,
A esa melancolía del origen
Adherida a sus muros y sillares.
Algo hay en ella que se encuentra en ti
Resonancia del ser y del espacios
Que vibra en cada uno
De muy distinto modo.
Vuelves a la ciudad amurallada,
Que mira al río con indiferencia,
Movimiento y quietud que no se entienden,
Pese a lo cual conviven
El uno junto al otro.
Lo decisivo es la memoria
Y el sentido que alberga.
Y esa melancolía
De que todo transcurre
Y, pese a los regresos,
Todo se nos escapa
Siento al entregarles estos extractos de sus versos la satisfacción de trasmitirles algo del tesoro que es su libro, y lo mucho que le robo a ustedes al no ser más que una ínfima parte de todas las joyas llegadas desde lo sencillo que tiene este tesoro.
Escribo todo esto, cuando ahora ya no solo siento como una obligación tener que leerlo, sino lo contrario el no poder hacerlo de un tirón. ¿De dónde sale esta transfiguración?, me he preguntado, y ahora ya lo sé, era yo, que venía del mundo del día a día, que me hacía imposible bañarme en este mar lleno de cosas tan sencillas como extraordinarias se vuelven de la mano de la palabra de Puerto. Y ahora que ya he conseguido encontrarme en él me dejo balancear por sus aguas, y ya ven, lo que ahora siento es no poder estar entre sus olas inocentes hasta acabar sus 285 páginas.
Pues entre otros quehaceres que me apremian es el artículo que tengo que escribir, y en el que desde luego hoy no encuentro otra cosa mejor que hacerlo sobre este luminoso y humano libro, donde todo es gozo y acierto, hasta su mismo título, “Ritual de la inocencia”, y el cual me atrevo a recomendarles sin tan siquiera haberlo terminado, pues entre otras cosas les va a servir de bálsamo, precisamente en estos días de tantos altisonantes e interesados gritos.
[Ritual de la inocencia, editorial Reino de Cordelia]