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30 octubre 2025

SIN ÉTICA NI ESTÉTICA (XXXI). QUIÉNES SON LOS ANÓNIMOS REDACTORES DE WIKIPEDIA: EL CASO DE ROBLEDA, por Ángel Iglesias Ovejero

SIN ÉTICA NI ESTÉTICA (XXXI). QUIÉNES SON LOS ANÓNIMOS REDACTORES DE WIKIPEDIA: EL CASO DE ROBLEDA, por Ángel Iglesias Ovejero - Ateneo Virtual Mirobrigense – Ciudad Rodrigo

Ángel Iglesias Ovejero
SIN ÉTICA NI ESTÉTICA (XXXI). QUIÉNES SON LOS ANÓNIMOS REDACTORES DE WIKIPEDIA: EL CASO DE ROBLEDA, por Ángel Iglesias Ovejero

El tiempo se nos ha echado encima, y tenemos que regresar a nuestro hogar en Francia, donde tenemos familia, amigos y vecinos apreciados, como en España, pero a no ser con la imaginación, no se puede estar en todas partes ni disfrutar de la caraba natal y foránea al mismo tiempo. Allí echaremos de menos la luz, como le pasaría a Proserpina, cuando se le acababan las vacaciones provechosas que le había asignado Júpiter para estar en el soleado país de su madre (Ceres, diosa de la agricultura), para volver a calentarse en las sombras del inframundo al abrigo de su cascarrabias de marido (Plutón, divinidad justiciera de los muertos, de los tesoros y de los minerales raros, que ahora tiene bastantes devotos por estos rincones serragatinos). No hemos podido atar algunos cabos sueltos vinculados con la limitada repercusión de las meritorias publicaciones del CEM, evocadas hace algunas semanas (v. xxvi y xxvii). A decir verdad, lo que más repercusión tiene suelen ser los estudios locales, por aquello del espíritu de campanario, que, obviamente, despierta un interés generalmente limitado al horizonte de los lugareños. Para el gran público de la aldea mundial, en espera del azaroso remedio de la inteligencia artificial, el recurso más socorrido contra la ignorancia en el mundillo occidental suele ser “la enciclopedia libre” de Wikipedia, por cuyas horcas caudinas (americanizadas) pasamos hasta quienes necesitamos agacharnos con muletas.

La necesidad de la consulta sobre datos que antes andaban dispersos o solo eran accesibles en bibliotecas relativamente bien servidas, me ha llevado a preguntarme sobre la fiabilidad del contenido en dicha enciclopedia, sobre lo cual colegas más avezados me habían prevenido. En mi confiada inocencia, daba por hecho que siendo sus redactores “voluntarios”, estarían enterados de lo que vendían, porque si ofrecen su ciencia sin ánimo de lucro (por amor del arte), no tienen excusa para hacerlo mal por falta de conocimiento o por contar mentiras (“decir lo contrario de lo que uno piensa con intención de engañar”), o sea, sin ética ni estética. Por supuesto, otra cosa sería que lo hicieran por obligación, forzados por la necesidad o la redención de penas injustas, y les pagaran mal o estuvieran mal comidos y tratados. Pues bien, el ejemplo de Robleda me lleva a pensar que este expediente permite salir un poco de la ignorancia total del referente toponímico y quedarse en ayunas, o poco menos, cuando se trata de comprobar la peculiaridad propiamente dicha histórico-cultural, que después del cribado de generalidades, se queda prácticamente en nada.

Para empezar, debemos recordar que, desde hace más de un siglo, autores locales y extraños, entre los cuales me cuento, se han interesado por el pasado relativamente remoto y más reciente de Robleda, para cuya identidad remito a uno de mis artículos en la Historia de Ciudad Rodrigo, publicada por el CEM (vol. III, 507-518: “La marginada trayectoria del habla de El Rebollar”). Ninguno de aquellos estudiosos se menciona explícitamente, aunque han tocado casi todos los palos de la cultura local (historia, lengua, literatura, modos de vida, folclore, vestimenta, arquitectura tradicional, etc.). Por mi parte, casi no debería mostrar mi descontento, pues soy el único aludido implícitamente en una de las referencias del apartado inicial, en 2011 calcado (con entrecomillado) de la web del ayuntamiento de Robleda, copiosamente referenciada, cuando la asociación de “Documentación y Estudio de El Rebollar”, que un servidor presidía, organizaba jornadas culturales en los pueblos rebollanos. Al parecer, a estos redactores se les olvidó poner mi nombre, así como los matices que la cita establece en la referencia histórico-cultural del topónimo en cuestión, y de paso en la nota le asignaron el nº 2 (repetido), cuando debería llevar el nº 1 (Quien puede errar en lo más grave, puede errar en lo demás, de lo cual no se privan los redactores). Allí nombran el Campo de Robledo y El Rebollar, que no son dos “subcomarcas” yuxtapuestas, sino dos topónimos referidos a entidades histórico-culturales, geográficas y administrativas, en relación de compleja interferencia.

La entrada Robleda tiene doce apartados (numerados por cuenta nuestra) de extensión desigual, incluidas las sucintas alusiones (de inspiración turística) sobre Patrimonio (nº 7), Espacio natural protegido de El Rebollar y Los Agadones (nº 9), Referencias en notas (10º), nueve en total, Bibliografía (11º, P. Madoz, único autor) y Enlaces externos (12º), tres. El primero de estos apartados describe la indicada referencia, que inscribe el lugar y su término en la provincia de Salamanca, la comunidad autónoma de Castilla y León y la comarca de Ciudad Rodrigo. La forma del topónimo presenta una variación Robrea, “asturleonesa”, poco usual hoy, cuya elucidación histórica exigiría capítulo aparte. Algunos datos de este apartado (1º) se toman del Instituto Nacional de Estadística (INE), así como los de Geografía (2º), Demografía (4º), cuyo declive se ilustra con un gráfico, y Administración y política (6º), con datos algo obsoletos.

Algunas de estas facetas ya se recogían en el Diccionario geográfico-estadístico-histórico, de Pascual Madoz (1849), de quien se cita la entrada correspondiente al lugar. El apartado de Historia (3º) recuerda, con cierta pertinencia lacónica, la repoblación efectuada por los reyes de León y su asignación a la diócesis de Ciudad Rodrigo en el s. XII, que recoge el segundo volumen de Historia de Salamanca II (1997). Sin embargo, la redacción refleja una pereza considerable para los avatares de períodos anteriores a dicho diccionario, Baja Edad Media, Edad Moderna, guerras napoleónicas en el siglo XIX, y no digamos, las de tiempos posteriores. No habría venido mal echar un vistazo a la Crónica de J. Alonso Pascual, y ya de paso, haber tenido en cuenta nuestra descripción de La represión franquista en el sudoeste de Salamanca (2016), cuyas consecuencias se recuerdan en el monolito dedicado a las víctimas mortales, erigido a la entrada norte por la ASMJ (2007), ignorado por completo. En su intrahistoria, se hace abstracción de los trasiegos con carretas desde la Edad Media, la emigración crónica, acentuada en la segunda mitad del s. XX, después de exilios y éxodos de variada motivación. Muestra de pereza es la reducción del Patrimonio a la existencia de la iglesia (señalada por Madoz, y estudiada por E. Píriz, en 1974), o la escasa acuidad filológica en la elección del blasón, perceptible en el apartado de Símbolos, al dar preferencia a las piñas sobre las bellotas, cuando salta a la vista la primigenia referencia al roble en el topónimo.

En el apartado de cultura, además de las penurias que comprobarán los especialistas locales y comarcales de la narrativa tradicional, el romancero, el cancionero, el folclore musical, etc., se ofrece una torcida información sobre la vitalidad del habla vernácula, manifiesta en la toponimia robledana: “De hecho la localidad de Robleda es la única, en toda la provincia de Salamanca, con los carteles de las calles bilingües, en leonés y en castellano, y tiene señalizados los caminos en la palra d’El Rebollal, lo que hace que, en cierto modo, la variedad local de la lengua leonesa tenga un cierto grado de protección”. Dejado de lado el hecho de que el bilingüismo debería matizarse (los rasgos más arraigados son arcaísmos castellanos en “el leonés oriental”) no es verdad (o no siempre) que las rutas del senderismo y los caminos en general tengan etiquetas vernáculas. La mayoría de ellos no tienen señalización de ningún tipo o está cubierta por la maleza, cuando materialmente no están ubicados a desmano. Tampoco se aclara a qué “cierto modo” y “cierto grado de protección” se trata. Todo esto nos lleva a proponer un par de ejemplos sobre la odonimia y la agronimia, de la cual ya hemos tratado en los cuadernos de PROHEMIO (2012) y en la Revista del CEM (2017), que muestran el expolio que ha sufrido esta faceta del patrimonio lingüístico de Robleda.


UN ACIERTO, por José Luis Sánchez-Tosal Pérez

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