Pasada la resaca del Carnaval 2023 creo que es hora de preguntarse… ¿Se ha convertido en un macro botellón nuestra fiesta mayor?
¿Los chic@s que llegan viernes y sábado tienen algún interés por nuestra fiesta?
¿Alguno
se sumerge en la fiesta del toro? ¿Llegan a saber dónde están? ¿O
simplemente vienen, se emborrachan, ensucian todo con sus residuos
humanos y no humanos, y se van? Si se hiciera una encuesta seguro que el
90 % ni se ha asomado a ver nuestra bella ciudad.
¿Qué
ganamos con esto? Cuando una pequeña ciudad como la nuestra hace tal
esfuerzo económico en organizar el Carnaval debería ser para
beneficiarse de la llegada de tanto visitante, que los negocios se
llenen, los bares, hoteles, tiendas, chacinerías, y cualquier otro
servicio que podamos dar al forastero. Quizá debamos replantearnos el
sentido de nuestra fiesta si esto no deja una recompensa para el
comercio local. No todo es llenar la ciudad de visitantes, hay que
rentabilizar - y controlar- toda esa cantidad de gente.
¿Qué
gana Ciudad Rodrigo cuando los negocios de hostelería cierran en un
gran porcentaje para no aguantar a cientos de personas que sólo entran
en sus casas para usar el baño, ya que la bebida y comida la traen de
fuera?
Necesitamos reflexionar hacia dónde queremos ir, priorizando que los negocios locales tengan los beneficios que merecen y, sobre todo, plantear cómo recibir una afluencia de gente tan grande de manera más ordenada y respetuosa para la ciudad.
Como
mirobrigense, he vivido el Carnaval todos los años de mi vida y nunca
había visto semejante bacanal de excrementos humanos, pises y cacas
colectivas. Nuestra preciosa ciudad, Patrimonio de la Humanidad,
cubierta de plásticos y basura.
Si así tiene que
ser, que al menos deje algo de riqueza, empleo, emprendimiento. Dejemos
de ser unos quijotes que hacemos fiestas sin pensar ni en sus beneficios
ni en sus consecuencias.