DÍAS DE TRANSICIÓN, por José Luis Sánchez-Tosal Pérez
El silencio intimidante que se siente en los anocheceres de estos días, que ya se quieren salir del invierno, pero que aún no son la primavera, se hace más patente aún si cabe, cuando al caminar te vas encontrando restos del Carnaval. Entonces el silencio sepulcral es roto por los ecos del bullicio carnavalero, y el andar solitario por las calles de la ciudad que va envuelto en el silencio del atardecer, se torna bullicio interior que despierta vida en medio de ese real silencio que te mete en el vacío sepulcral en el que está sumida la ciudad.
Uno, al sentir ambas sensaciones, queda como saturado, tanto de los sonoros ecos, como del solitario silencio. Mientras, miro hacia los días venideros con la esperanza de encontrar un equilibrio en esos días primaverales, llenos de sonidos bellos y sensuales, que brotan no de restos carnavaleros, sino de entre la belleza de la naturaleza: ese brotar del almendro, esa brisa suave y su silbar musical lleno de perfumes que van anunciando el despertar de la vida, mientras así también lo afirma el canto que sale por la ventana de una casa a la que una mujer está dejándola como la misma primavera.
Pero todo esto, sólo aún me lo estoy imaginando en medio de aires fríos y silencios sin fin, roto por hierros que transmiten ecos de jolgorios pasados, en medio de estos días de transición entre el estruendo carnavalero y el estallido primaveral.