¿DEMOCRACIA MENGUANTE?, por José Luis Puerto
¿Estaremos corriendo el riesgo, en nuestro país, de caminar, aparentemente sin darnos cuenta y sin que a nadie parezca importarle en absoluto, hacia una democracia menguante? Eso parecería que nos está pasando, a tenor de últimos resultados electorales, donde ya no parecen importar nada antiguas líneas rojas de protección de la democracia, ni nada por el estilo.
Sería muy preocupante para una sociedad como la española, que, en la época contemporánea, ha vivido tantos y tantos años privada de la democracia y de todo lo que ella representa, que se fuera estrechando y cerrando progresivamente ese difícil camino de la democracia, que fuéramos entrando en una democracia menguante.
El uso del populismo, de las tácticas ‘trumpistas’, el copiar prácticas políticas de países como Polonia y como Hungría (que vienen de dictaduras estalinistas), o de Italia (que sufrió durante años el fascismo) parece estarles siendo rentable, entre nosotros, a quienes quieren que vayamos hacia esa democracia menguante, hacia esa privación progresiva y aun sin que nos demos cuenta de todo lo que la democracia trae consigo.
Me decía un amigo, hace unos días, que su madre indicaba que hay dos extraordinarios bienes para el ser humano que solo echamos en falta cuando los perdemos: la libertad y la salud.
El bien de la libertad o, mejor, de las libertades, es uno de los bienes esenciales de la democracia. Pero no esa libertad que, de modo populista, consiste en tomar copas y cervezas en las terrazas de los bares, que está siempre al alcance de quienes pueden permitírselo, sino la libertad, las libertades de expresarnos, de manifestarnos, de reunirnos, de indicar lo que pensamos y sentimos; las libertades y bienes de tener a nuestro alcance una sanidad y una educación públicas, así como todo tipo de servicios que los poderes públicos han de garantizar.
La democracia, entre nosotros, en una sociedad como la nuestra, privada tantos años de ella, es un don muy valioso y muy frágil, cualquier mal viento la puede derribar, la puede hacer desaparecer.
Hemos de defenderla con nuestras actitudes, con nuestros votos responsables, nunca a quienes la amenazan o la ponen en peligro o la debilitan. No podemos caer en la inconsciencia, en la que en ocasiones parece que cae nuestro honrado pueblo soberano.
Corren vientos, como los que indicábamos más arriba, que tratan de debilitarla y derribarla, que tienen como objetivo hacerla desaparecer. Frente a ello, solo es nuestra consciencia la que puede defenderla, como también nuestras actitudes responsables, a la hora de vivir, a la hora de votar, a la hora de defender esa dignidad para el ser humano que la democracia supone.
No dejemos que nos lleven hacia una democracia decreciente, menguante, porque de ahí a hacerla desaparecer solo hay un paso.