CON EL PASO CAMBIADO, por José Luis Sánchez-Tosal Pérez
En lo que se lo cuento ha pasado este puente, y eso es bueno, pues es clara señal de que en él he disfrutado. Primero he empezado por no salir de casa, es decir de Ciudad Rodrigo, por dos razones, la primera porque no son los mejores días para ir a ninguna parte, y la segunda porque en donde uno está, estos precisamente, se vuelven gozosos, ya que si de lo que aquí por la España vaciada de lo que carecemos es de energía vital, estos días la tenemos y mucho con la ayuda de los que viven agobiados en las ciudades a las que no paran de irse para luego salir pitando de ellas en cuanto pueden.
Nuestra ciudad, concretamente, la que conocemos de murallas para adentro, ha estado llena, no había horas en las que no hubiera gente en todas y cada una de sus calles, mirando y admirando lo que nosotros tenemos más que visto, y disfrutando de ello como también nosotros no podemos hacerlo, porque lo que para ellos es un bello acontecimiento, en nosotros se ha convertido en la rutina del día a día, que ahora precisamente se rompe dándonos alegría con ello, no por el escenario sino por tanta presencia humana en él, la que el resto de los días le falta al lugar.
Paseando la muralla, no sabía si estaba por diciembre o en días de carnaval y a ella se había escapado un toro, tal era el río de gente. Por cierto, que dadas dos vueltas sólo al final vi a un matrimonio de aquí, el resto eran forasteros, y así como ellos se entretenían y disfrutaban con el escenario histórico, que es nuestra ciudad, yo lo hacía viendo como estos lo llenaban de gente de la que tanto carece.
Ya ahora el domingo sobre el mediodía estábamos ya otra vez solos ante ese vacío que nos contrae, y nuestros visitantes metidos en esos atascos que forman a su regreso a esas ciudades de las que dicen estar tan hartos. Paseando la muralla prácticamente vacía, sólo algunos que otros tardíos aparecían, como si fueran los restos de una riada con sus aguas en descenso.
Y en estas estaba cuando unos pequeños correteando y saltando con sus padres detrás y tapando así el vacío que había al acercárseme me fijo y es el alcalde, que al cruzarnos me dice: “paseando y fijándome en lo que pueda estar mal para procurar arreglarlo”.
Después pienso, ciertamente tenemos el paso cambiado con los de las “capis”, si no díganme que hace este hombre trabajando en un día del puente de todos menos al parecer de él, y por extensión de nosotros. Por ver está en qué para y que nos depara tanta distancia y desencuentro no sólo en estos días de celebraciones virginales y políticas sino también el resto del año.
De momento, yo aún tengo ante mí la música y voces de Carmen, con las que amortiguo el bajón y compenso el vacío en que quedamos.