RASGARSE LAS VESTIDURAS, por José Luis Puerto
Aquí, nos rasgamos las vestiduras por nada. Los hedonistas de la libertad y de las terrazas y cañas, cuando no de los pelotazos, utilizan luego no sé qué ortodoxias de tipo religioso, que le sirven meramente como escudos para mantener sus estatus de privilegio, y se escandalizan cuando alguien realiza un cartel de Semana Santa, en el que se representa al Cristo crucificado, de modo realista y semidesnudo (solo cubiertas, como es clásico, las partes pudendas con telas de respeto), como se viene haciendo, ya desde el Renacimiento, al menos, con la sagrada figura de Cristo.
Este hipócrita escándalo desatado por el cartel de la Semana Santa de Sevilla, obra del artista Salustiano García, que, para la plasmación de la figura de un Cristo radiante, ha tomado como modelo la figura de su hijo, nos hace volver de nuevo a lo mismo.
Como si de una sociedad de estrecha moral victoriana se tratara, enseguida los supuestamente escandalizados se han puesto a dar voces digitales, a recoger firmas contra el cartel, y determinadas asociaciones que se parapetan en adjetivos como católicas o cristianas amenazan con poner recursos…, y demás parafernalias de quienes querrían recluirnos a todos en una sociedad cerrada.
Pero no tenemos más que visitar iglesias y museos, para darnos cuenta cómo, desde la modernidad y en toda Europa, la figura de Cristo ha sido mostrada con el cuerpo semidesnudo (con la excepción, repetimos, de las partes pudendas, cubiertas con telas de respeto, como también hace el cartel), en sus distintos trances, ya sean dolorosos o gloriosos.
Porque, si recurrimos a los trances dolorosos, las figuras de Cristo yacente se nos han mostrado así; también las de Cristo crucificado. Y, si nos desplazamos a los momentos gozosos, en nuestro país, la figura de Cristo resucitado, conocida popularmente como ‘Aleluya’ también obedecen a la misma representación.
Y esto ¿por qué? Porque la figura de Cristo, en la medida en que se hace hombre, dignifica el cuerpo, lo sacraliza. De ahí que el escándalo esté de más. Y, en Europa, desde el movimiento humanista con que se inicia la edad moderna, el cuerpo se dignifica y se convierte en cifra de armonía (recordemos el hermoso dibujo de el hombre de Vitrubio, de Leonardo da Vinci), y la representación artística del cuerpo, también desnudo o semidesnudo, se realiza y difunde como mensaje de sacralidad y de dignidad del ser humano.
¿A qué vienen, entonces, tales escándalos, si el artista andaluz del cartel de la Semana Santa sevillana no se sale de tales cánones?
Más vale que nos rasgáramos las vestidura –y eso no lo hacemos– por los problemas más graves y acuciantes que tiene nuestra sociedad. Otro gallo nos cantaría.