CUANDO LOS DÍAS SON AYER, por José Luis Sánchez-Tosal Pérez
Está nublo, quiere descargar pero no lo hace, las cabezas están pesadas, y el cielo plomizo suspendido en la duda, nos atenaza con ella sin que podamos salir de esta pesadez que nos atrapa y anula sin dejarnos descansar.
Las teles y radios vociferan razones para enterrar a unos u otros según cada cual esté alineada, la pesadez con ello aumenta, hasta cuando se toman el descanso de ocuparse de otras cosas, normalmente crímenes y similares, y con ello también aumenta el tedio.
La tarde se va muriendo envuelta en un oscurecer triste, mientras camina al encuentro de la noche, que amenaza con un día de más de lo mismo y así un día y otro también, pues como ya dijo alguien:
“Ayer fue tarde todo el día. Todos los días son ayer.
Y es que cuando los días son ayer, el amanecer es ya atardecer y qué atardecer”.
Con nada menos que ochocientos mil diciendo La fiesta se acabó.