Así, en un plis plas, de estar en campaña en Ciudad Rodrigo a desaparecer al día siguiente del ruedo político, y en unos días antes de las elecciones Ana Pastor ha dicho adiós a la política. La mujer que tenía fama e imagen de mujer tranquila y moderada, ha tomado las de Villadiego en el momento más inapropiado de hacerlo, para los suyos y para la política como servicio público a defender.
Y no es porque esté cansada, ni porque no le interese que su partido gane, sino porque sus planes personales de la noche a la mañana han pasado a ser otros. La pregunta es por qué, pues el salto casi circense, dada la rapidez con que pasa de lo público al quehacer privado, y no a cualquier quehacer, sino al de trabajar en la medicina privada, no deja de ser llamativo, y más hecho con tanta precipitación como inoportunidad. El caso huele a que su fichaje no ha sido precisamente barato, y por tanto tampoco desinteresado pues tanta rapidez nos deja perplejos y preocupados, pensando a cuenta de qué se dan tantas prisas, y puesto que va a la medicina privada y es persona influyente, nada que decir por ahora, pero sí de sentir preocupación por su ingreso en el bando de los interesados en ir haciendo rotos a la medicina pública para ir comiéndose la mayor parte posible de sus servicios, privatizándolos y haciendo con ellos no un servicio social sino un negocio a costa de nuestra salud y economía cuando esta no alcanza.
En fin, ahí está la fuga precipitada e inoportuna y parece que interesada por el momento elegido, pues dado lo que esta mujer ha representado no sólo la retrata a ella sino a todo el partido en el que ha ejercido su vida pública, aunque parece importar poco cuando están en juego los intereses privados que atender, pues se va a ellos sin aguarde pasando por encima de los intereses y la imagen pública.
