SIN ÉTICA NI ESTÉTICA (IX): EL SANCHISMO Y EL PANCISMO, por Ángel Iglesias Ovejero
La perversión lingüística de la derecha política en España, rasgo crónico ya señalado (v. II), se centra en el término sanchismo en vez de socialismo, desde que en el partido conservador (aquí con la mascarilla PaPo), enraizado en el franquismo histórico, perdiera el poder a consecuencia de una moción de censura en 2018. Esta mutación semántica supone en el fondo un reconocimiento implícito de los valores democráticos del adversario político (un partido de izquierda muy moderado y con vocación de gobierno), pero intencionalmente persigue el descrédito político de quien lo encarna. Paradójicamente, fueron los mismos socialistas quienes les dieron la oportunidad de usar este bastón para sacudirles el lomo. En efecto, la consulta de la hemeroteca (lasexta.com/30-jun-2023) permite comprobar que los mismos líderes de dicha izquierda, entre 2014 y 2018, empezaron a rechazar las referencias a divisiones y particularismos dentro del partido (sanchismo y madinismo, respectivamente derivados de Sánchez y Madina), para insistir en el ideario que los unía (el socialismo). Los centristas (insípidos Panzones) primero y los del PaPo después empezaron a frotar la lamparilla del sanchismo a ver si daba el resultado apetecido, lo cual hasta ahora se hace esperar, para desesperación de los manipuladores del lenguaje.
Así pues, repetimos, con la palabreja sanchismo se trata deslegitimar al actual presidente del gobierno español, que es portador de un nombre de pila muy proverbial en español y de connotaciones encontradas, aunque compatibles, en el refranero. Tiene multitud de tocayos en la hagiografía, la historia y el folclore: un apóstol más valiente de boquilla que de hecho, renegador del Maestro, pero arrepentido y perdonado; un rey Cruel, víctima mortal de su propio hermanastro (en un antecedente muy elocuente del cainismo español); un criado de muchos amos, a quienes engaña, en justa compensación por la presumible o declarada mezquindad de los mismos. La polivalencia del autónimo (nombre de persona) es tan amplia que su manipulación resulta poco eficaz, aunque su copiosa divulgación en la onomástica hispánica (por ello funciona como pronombre indeterminado, ‘un varón cualquiera’: “Como Pedro por su casa”) y en el refranero (uno de los tres más frecuentes) quizá arrastre cierta connotación de plebeyez y eventual desestima (“Apenas me llamo Pedro”). Por este flanco presenta afinidad con el apellido Sánchez, que es también uno de los apellidos más frecuentes en la onomástica hispánica (Iglesias, Diccionario, 2022: Pedro y Sancho / Sánchez).
El apellido Sánchez puede dar mucho más juego a los manipuladores del lenguaje, no solo por su frecuencia, sino por la icónica transparencia radical del antropónimo Sancho (santo, ancho, sano), muy lejos ya del valor etimológico (lat. Sanctus o Sanctius ‘santo’), tanto que en ciertos lugares, como en el período clásico, designa el cerdo, como en América el parónimo chancho. No creo que los políticos del PaPo o de otros partidos, estén más interesados por estas disquisiciones etimológicas y léxico-semánticas que la mayoría de los electores. Sin embargo, las connotaciones indicadas (plebeyez, vulgaridad), no hay que ir a buscarlas por esa vía de laboriosa pisada, cuando a la mente de cualquier español la mención de este nombre provoca la asociación nominal Sancho Panza, denominación compleja del segundo personaje o coprotagonista del Quijote. Lo saben incluso los que no lo han leído. Desde principios del s. xx, y quizá no mucho antes, el héroe cervantino en el casticismo español ha encarnado el idealismo “ético”, representativo, dentro de su locura, de las esencias hispánicas superiores (alto y enteco, hidalgo, enamorado y soltero, senequista, instruido y sin malicia), y su compañero Sancho, incluso sin el apellido Panza, por polarización, carga con el sambenito del prosaísmo “sin estética” (pequeño y barrigoleto, campesino pobre, casado y con hijos, ignorante y cazurro (Iglesias, Diccionario, 2024: Don Quijote de la Mancha).
Es una lectura simplista, pero así es como se aprovecha en la estrategia “españolista” de los del PaPo y sus aliados (Gargantones o Vozarrones), que aspiran a hacerse con el poder en España. Ellos se identifican con la imagen de altruistas e idealistas defensores de las “glorias imperiales”; y construyen un traje a la medida para el sanchismo de su actual presidente, quien además de vender la “patria” a los independentistas, como los enemigos del rey Rodrigo a los moros, sería un inepto materialista y nepotista, “sin ética ni estética”. Olvidan que el pancismo, aplicable a la corrupción, les viene a ellos mismos de su genética franquista, cuyo legado tienen ahora la desvergüenza de reivindicar, porque: “El cuerno que ha tenido miera, siempre está soltando de ella” (decía mi admirada madre). Por añadidura, y sin que esto sirva de excusa a presuntos comportamientos éticamente deficientes, cabe señalar que Cervantes le confiere a Sancho cierta superioridad moral sobre los señorones y gente instruida que se burlan de su ignorancia, pues en su gobierno de la imaginaria isla de Barataria, guiado por su instinto de justicia, gobierna correctamente.